Su nombre es Marta Elena Pena de
Matsushita. Es argentina, mendocina, y en la década de 1970 obtuvo su título
como licenciada en Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Cuyo,
graduándose con honores. En la misma casa de Altos Estudios un estudiante
japonés, Hiroshi Matsushita, desarrollaba una investigación sobre el sindicalismo
peronista. Ambos se conocieron allí, se enamoraron y contrajeron enlace, para luego
radicarse ambos en Japón en la década de 1970, viviendo unidos al presente.Recuerda que su padre fue muy comprensivo con la decisión de
viajar y vivir en Jaón; lo único que le dijo fue “acordate que estamos a veinte
mil kilómetros de distancia, cualquier problema que aparezca no vamos a poder
volar al lado tuyo”.
UNA ARGENTINA EN JAPON
A raíz de ello, la señora de
Matsushita debió aprender el difícil idioma, con su esposo tuvo dos hijos que
en el tiempo se convirtieron ambos en médicos, y ella se desarrolló
profesionalmente en prestigiosas universidades japonesas como profesional de la
educación. Hoy residen en Ozaka, y dirige tesis doctorales en Doshisha, la
última Universidad en al que se desempeñó antes de jubilarse.
Pero a su vez, anualmente viaja a
Argentina, y este año 2017 se hizo presente en Mendoza para dar un curso acerca
de cultura y rol de las mujeres en Japón, siendo entrevistada por un medio
periodístico local.
La señora Marta Pena relata que
hacia 1870 comenzó un proceso de modernización de Japón, con el propósito de
crear nuevas generaciones con ideas de modernidad, y que la Universidad de
Doshisha fue fundada en esos tiempos, para tener actualmente convenios de
intercambio con 186 ciudades del mundo, incluyendo de Argentina. Detalla a su
vez que cuando ingresó a trabajar en esta Universidad, no había planes de
intercambio, y trabajando en ello lograron convenios con la Universidad de
Salamanca, la Universidad Autónoma de México, la Universidad Católica de Chile
y con la Di Tella de Argentina.
Según la intelectual, esta
Universidad japonesa ha respondido a los requerimientos de tener cursos en
inglés para alumnos extranjeros, sobre todo debido a la barrera del idioma
japonés. Afirma que en las ciencias exactas, la desventaja de no usar la lengua
es menor, porque hay mucho contenido visual, y un uso muy vasto del inglés en
las ciencias exactas, pero que en las carreras de humanidades, donde la palabra
y la letra son la principal herramienta, no es nada sencillo.
LA MUJER EN JAPON
En sus declaraciones periodísticas,
la señora de Matsushita expresó que pudo abrirse camino en un país muy difícil
para la mujer como es Japón, mientras se encuentra “totalmente agradecida” a la
educación pública argentina, de la cual se considera un fruto. Detalló que hubo
cambios fundamentalmente desde las décadas de 1970 y 1980 al presente en
materia de participación de la mujer, ya que Japón sostiene conceptos más
tradicionales como la división de actividades entre varones y mujeres, y porque
hay un sistema cultural que favorece a la mujer para que no trabaje o lo haga en
tareas provisorias ya que el trabajo impositivo japonés permite grandes
deducciones de impuestos en el caso de la mujer en relación de dependencia.
Pero la mujer profesional que trabaja, debe guardar la moral laboral japonesa,
que exige una dedicación al trabajo por sobre la familia.
Considera que la docencia
universitaria es uno de los pocos campos favorables para la mujer, porque no
hay obligaciones en extensión de horarios (como quedarse hasta la una de la
mañana, ni traslados involuntarios y quien quiere dejar una universidad por
otra puede hacerlo. Pero en las empresas japonesas, por orden de la Compañía,
se trasladan cada dos o tres años dentro del país y también al extranjero, y se
vuelve complicado si las dos partes están en ese ritmo.
A su vez, piensa que la condición
como “único proveedor” que tenía el varón en Japón, ha cambiado, porque desde
la década de 1980 al presente, Japón experimentó cambios en su economía, con
pérdida de su competitividad en sectores clave. Japón tenía un sistema de
empleo de por vida, y cuando una persona ingresaba a trabajar en una compañía,
continuaba en ella hasta su jubilación en la misma firma. La palabra “cesantía”
es desconocida en las empresas de Japón, pero grandes conglomerados pueden
reubicar a su personal en épocas de crisis debido a su gran organización. Pero
esto está cambiando, porque “el varón no se siente tan seguro de sí mismo como
antes”, y esto generó una mayor flexibilidad para aceptar la idea de una pareja
en la que ambos trabajen.
CAMBIOS CULTURALES
Marta Pena pondera acerca de los
cambios de la cultura japonesa, que se deben relacionar con las expectativas
para darles un justo valor, es decir, lo que la mujer espera del varón. Hasta el
presente, en Japón han sido satisfechas: que sea un buen proveedor, que trabaje
con empeño y que provea a su familia de bienestar. Pero esto se ha modificado
con la crisis económica y con la difusión de otra imagen de pareja a través de
los medios. Es decir, desde los medios se difunden conceptos ajenos a la
cultura japonesa, como la idea del amor romántico, o niveles altos de
comunicación entre los integrantes de una pareja. Los niveles de comunicación
son bajos en Japón, y apareció un conjunto de expectativas nuevas de la mujer
hacia el varón, como que la ayude en el cuidado de los hijos. Pero los varones
japoneses no han estado siempre preparados para responder a esas nuevas expectativas,
y entre ellas a la que mejor han respondido es en el cuidado de los hijos.
Hace 20 años, si una familia
japonesa salía un sábado o domingo, lo normal era que el bebé fuese cargado por
la madre, pero en la actualidad rara vez lo carga la madre, porque lo carga el
padre. El hombre tiene una voluntad manifiesta de compartir más la crianza de
los hijos, y aunque exista el deseo y la voluntad otras son las posibilidades
reales de hacerlo, según evalúa la licenciada, y ello se debe a que el régimen
de trabajo japonés no es favorable para esto.
La función de las mujeres en la
sociedad no ha cambiado en las bases, porque la sociedad sigue sosteniendo que
la responsabilidad de la educación y el cuidado de los hijos siguen siendo de
las mujeres. La valoración social de la mujer es dada fundamentalmente por su
éxito como madre.
Acerca de la diferencia con
Argentina del sistema educativo japonés, detalla que es: cero analfabetismo,
ausentismo escolar y deserción escolar en Japón, con enorme centralidad de la
educación en la organización familiar, subordinando todos los planes (de
gobierno) a la educación. Ejemplifica esta conciencia con el caso de una
familia que acepta gustosa renunciar a vacaciones a cambio de una mejora en la
educación de sus hijos. A su vez, los alumnos tienen cursos para avanzar en la
educación formal como de oratoria y matemática por mencionar algunos.
TRABAJO FISICO O ESTUDIOS
UNIVERSITARIOS
Durante la etapa equivalente a la primaria y a la secundaria en Argentina, las
escuelas japonesas no tienen personal de limpieza. Los niños japoneses
se encargan de eso repartiéndose las tareas semanalmente, limpian el
piso, los bancos y los baños, ya que esto responde a una pedagogía y lógica
que enseña autodisciplina, humildad, el valor de las tareas domésticas y
manuales y la conciencia de grupo, es decir cómo trabajar en equipo
para conseguir algo que es un beneficio para todos.
No estudiar en Japón, se reduce a
no ser universitario, para realizar directamente trabajos físicos. A su vez, el
valor diferencial está dado por el prestigio de la universidad donde se curse. La
educación es paga, y no hay nada gratuito, refiere. A pesar de ello, hay muchas
facilidades para ayudar a las familias para que estudien sus hijos, ya sea
mediante préstamos con un bajísimo interés para la educación, para pagar el
costo de las escuelas y universidades.
La educación abarca la vida de
las familias, sobre todo la vida de la madre. En Japón ir a la escuela, además
de significar horas en que el niño está físicamente en el edificio escolar,
involucra que la educación se prolonga en la casa, en las actividades
extraescolares, muchísimas tareas, y suspender vacaciones para que los
estudiantes se preparen mejor. La madre es quien monitorea esas actividades.
Quienes se dedican a trabajos de
tipo técnico, también se perfeccionan. El pueblo japonés piensa que nada se
debe hacer si no se sabe cómo, o dicho de otra forma, que sólo se hace lo que
se sabe hacer, e incluso quienes desarrollan trabajo físico realizan cursos que
los prepara para esa actividad. Así, cuando uno solicita un servicio tiene la
completa seguridad de que el otro es un profesional, y que nadie se aventura a
realizar algo que no sabe. Son muy rigurosos: una persona que es contratada
para sacar las hierbas del jardín no corta de ninguna manera una rama, porque
para esto hay otras personas preparadas.
DISTANCIA PERSONAL
Describe que la cultura japonesa
repudia el contacto físico: una madre japonesa jamás da un beso a un hijo, ni
una pareja camina tomados de la mano, ni son de frecuentarse entre parientes,
ya que ellos piensan que no tener noticias de la familia es la mejor noticia
que pueden tener, porque significa que todo está bien.
Los sentimientos son los mismos, a
los cuales quien convive con la cultura japonesa se acostumbra y así está todo
bien. Es cuestión de aceptar los modos de expresión culturales, aclara.
De su experiencia personal,
menciona que sus dos hijos son médicos, que el mayor vive en Estados Unidos, y
que tiene nietos, y que no se han visto afectados por la cultura, ya que son
muy normales.
EL ANALISIS DE HIROSHI MATSUSHITA
Según el historiador japonés
Hiroshi Matsushita, hasta la década de 1960 los japoneses envidiaban a la
Argentina, pero después, los dos países tomaron caminos inversos en casi todos
los planos, y la envidia cambió de sentido, según declaró al diario argentino
La Nación el 14 de noviembre de 2007. Estimó que el “milagro japonés” fue más
esfuerzo que milagro, y que se debió a la reforma económica y educativa
impuesta por Estados Unidos en la posguerra a raíz de la derrota japonesa,
aplicando una política de ajuste muy severa, y que luego en la década de 1960
el gobierno lanzó un programa de incremento del ingreso per cápita buscando
aumentarlo un 100% en diez años, pero sólo logró en ese tiempo triplicarlo.
Matsushita detalla que en Japón,
el 90 por ciento de los sindicatos son formados dentro de cada empresa y no se
agrupan por sectores industriales, abordando temas cotidianos de los
trabajadores, sus salarios y su calidad de vida, no por luchar contra el
gobierno ni hacer política como en Argentina. Respecto de Argentina, expresa
que mientras el PBI se achicó desde 1960, las demandas del sector laboral se
incrementaron, agudizando la puja distributiva y con ella el conflicto
político, y que en aquél tiempo en Argentina todos vivían relativamente bien
con poco esfuerzo, y si se hubiera lanzado una política de industrialización
acelerada y de fomento de las exportaciones, como en algunos países asiáticos,
seguramente hoy se viviría otra realidad.
Matsushita, atraído por el
aspecto ideológico del peronismo, percibió que la influencia del sindicalismo
preexistente al peronismo no había sido estudiada adecuadamente, que la
adhesión obrera al peronismo estaba vinculada al desarrollo de una conciencia
nacional previa en las organizaciones obreras. Describe que en la década de
1930 había una fuerte ideología sindical que buscaba alcanzar metas obreras
mediante negociación directa con la patronal, sin recurrir a los partidos, y
que los dirigentes reconocían la importancia de dialogar con los gobiernos de
turno sin que los partidos intervinieran en asuntos sindicales. Esta ideología
fue percibida por Matsushita como distinta del socialismo, del comunismo y del
anarquismo, sosteniendo que con la llegada de Perón el movimiento obrero se
declaró maduro para hacer política. Que tras la caída de Perón en 1955 la
desindustrialización debilitó la base de sustento del movimiento obrero, junto
a la represión militar, desarrollando los sindicatos una estructura rígida que
debilitó su poder.
También considera Matsushita a
los movimientos de resistencia cívica como nuevas corrientes del movimiento
obrero en el mundo, que están bien organizados pero con escaso apoyo de los
sindicatos. Los califica como asociaciones que intentan actuar en forma
diferente a los sindicatos, y que no es posible saber si este fenómeno acabará
pronto o se transformará en una nueva tendencia dentro del movimiento obrero
argentino y latinoamericano.
LIBROS
La señora Marta Pena de
Matsushita es además autora de diversos libros, destacando los de edición argentina: “Romanticismo
político hispanoamericano”, “Sarmiento y Fukuzawa. Dos forjadores de la modernidad”
y “La cultura de Japón: mitos, educación, identidad nacional y sociedad”.
El libro “La cultura de Japón”,
publicado por Editorial Kaicron, fue presentado el día 8 de septiembre de 2015
en la Biblioteca Nacional. Este libro, según ha sido reseñado, brinda un
análisis profundo de las concepciones arraigadas en la identidad nacional japonesa,
abordado desde una perspectiva latinoamericana, vivencial y al mismo tiempo
académica, y que derriba grandes mitos asociados a estereotipos y prejuicios.
En síntesis, ofrece conceptos claves para comprender los desafíos que enfrenta
Japón hoy.
FUENTES Y LINKS:
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